Se acercaba
la primera luna del mes de julio, cuando de repente al llegar la noche pareció
la luz de la primera estrella, la estrella que desde ese día me acompaña allá
a donde voy, una luz que ilumina mi camino cuando las demás luces se apagan,
que me guía cuando no encuentro el sendero correcto hacia mi destino, que me da
calor cuando paso frío.
9 meses casi
han pasado desde que esa luz apareció en mi vida, y 6 desde que eligió
compartir el sendero conmigo, un sendero que tuvo un principio, pero que no
tendrá fin, porque hay senderos que llevan al infinito, y nuestro sendero… es
infinito.
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